sábado, 11 de julio de 2009





Otra estirpe

Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego...

pido a tus manos todopoderosas ¡

su cuerpo excelso derramado en fuego sobre mi cuerpo

desmayado en rosas!

Delmira Agustini, Poesía, Casa de las Américas, La Habana, 1988.




I

See mi paz

en esta noche tan callada en la que me pierdo

y el estruendo de los rayos me llama,

en este día en el que la luz lo envuelve todo

y no hay miedo,


ni llanto,


ni rencores.



II

Me dices: que voy muy callada,

solo pienso

en este recorrido junto a ti,

las palabras que escucho

el símbolo de tu mensaje,

en estar muy dentro de tu piel,

en cada micra que se une con nuestros efluvios al tocarnos.



Solo pienso

en cada instante de tu piel bajo la mía

en tus manos que se enlazan próximas

y me guían a tu zona fuerte a la que me nombra

exaltada en cada temblor de mi cuerpo.



Motivada voy, te huelo, me guías
acudo inmediata a tu llamado
a tus señas, con el cuerpo
que me explora, y me lleva al inicio del nuevo encuentro
como si fuera nueva cada vez que me tomas,
tan suavemente
estrechándote
siguiendo el ritmo del cuerpo extraño, nuestro hoy
en esta habitación, tan sola, tan llena de silencio, como esta zona árida
en donde nuestro sexo es un río que brota
y colorea todo a nuestro paso.



III
Aun con la ensoñación real de los sentidos,
de las sensaciones que no cesan de seguirme
de este silencio necesario de mis voces,
vuelvo a ti en estas letras:
me tomas de la mano, entramos a nuestro ritmo
y la ropa se vuelve hoja seca con tanto calor que nos dejamos
y caen, en esta lluvia de otoño adelantado,
en esta estación que arde, mas no es motivo
para ver la llama del deseo que nos circunda
para ver el huracán y la ola que se juntan
en esta exaltación del cuerpo vivo.

Sedemos,
vamos entusiasmados, a la cama, al deseo
al paraíso de los dos, al cuerpo próximo,
mientras me sigues guiando con labios,
mientras voy por la pieza mas importante de tu laberinto
y la huelo, y la percibo, mas allá de los ojos
que la saborean, dejando que la lengua
la mire, se deleite, la aprisione,
cierro los ojos,
y mis manos y mi aliento, te hacen mío,
Y sigo la profundidad de este cielo en el que he caído,
El que me cedes para disfrutarlo,
y ser mariposa en tu bosque de cedro vivo,
y sabores de duraznos.

Cálido,

húmedo,



alumbras



amoroso mientras me subo por tus ramas,
y te recorro de norte a sur,
como una letanía de besos te circundo,
y los ríos van y vienen por nuestros cuerpos
por este despertar a la delicia,
estalla un manantial, las voces callan,
los sentidos platican enlazados entusiasmados
y los capullos de algodón nacen.
por esta zona de silencios, por la que hacemos el recorrido
y me vuelves a tomar tuya
y me invitas de nuevo al laberinto,
tomando mis caderas, te siento en todas la imágenes de este universo
que late a nuestro ritmo
de este diálogo de los dos
mientras escucho todos los sonidos corporales como una orquesta
a la que sigo con esta música del pandero de gitana,
con esta desolación que haz hecho tuya
y tus manos, por las que me brinco a tus orígenes me involucras
a la complicidad de todo tu ser que me transforma,
al que cedo y amasas, que voy mientras me tomas,
en esta soledad que solo espera
volver siempre a ser tuya.

Estoy en ti, me llenas toda,
me enlazas, y cabalgamos por los campos que se renuevan
mientras somos un solo lugar
un momento que se prolonga
en el acontecer de estos cuerpos tan cercanos, parecidos,
que por fin se han encontrado en la totalidad, en la dicha,
en esta bendición
de estar plenamente amados.

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