martes, 16 de junio de 2015



Ella, la del vestido de viento. Un apunte sobre la obra de Nadina Villanueva Galindo.
Mónica Reveles Ramírez

La conocí en el Museo Regional de Durango-UJED, Ángel Rodríguez Solórzano, mejor dicho, en El Aguacate. Realizaba un dibujo a lápiz de una mujer. Me impresionó su trazo. La acompañaba un niño pequeño, hermoso, como un angelito adormecido, ya casi era hora de comer. Me presentó con ella, mi gran amigo visionario, historiador y periodista Rodolfo Villanueva Galindo (que acaba de emprender su fuga a algún otro universo), e inmediatamente, atenta, me hizo varias preguntas y yo a ella, sobre la organización del Museo. Luego, nos quedamos solas y seguimos platicando como hasta la fecha, de la vida, el amor y el arte; a quien puse atención acerca de sus valiosos consejos proféticos, festivos, que impulsaron y motivaron  mi trayectoria en la literatura.
Nadina Villanueva, destaca entre las valientes mujeres del arte de Durango. Considero, que es una artista plástica, que destaca con su obra en el contexto de Durango y de México, así como la difusión en el extranjero, con la creativa diversidad que nos evoca: Nadina es la poeta mística de la pintura,  juega con los sentidos de quien la observa a través de sus transformaciones en el óleo, acrílico o carboncillo,  pasteles o tinta; con su intercambio de colores alucinógenos, corpóreos,  metálicos. Su obra así pude ser vista al revés o al derecho, como de una orilla a otra del horizonte de su universo trasgresor en un ambiente, que no es fácil contravenir, pues Nadina es la emprendedora artista que se atreve a ser ante la durangueseidad asombrada, los artistas que siguen al pie de la letra, como una partitura insomne, el acontecer tranquilo y sin cambios de lo que le marquen sus gobernantes o los cánones en turno.
La obra de Villanueva,  manifiesta una proyección de todo lo que habita en lo más profundo de nuestro ser, lo que solo puede ser en el plano físico por medio de la meditación o el silencio. Incluye en sus reflexiones el “gran misterio”, refiriéndose a esos cuestionamientos existencialistas que casi a toda persona abordan: ¿De dónde venimos?, ¿A dónde vamos?, ¿Cuál es nuestra verdadera misión aquí en la Tierra?, ¿El alma humana es inmortal?, ¿Existe vida en otro planeta? Y al mismo tiempo retoma a un creador del que emerge todo como un infinito inteligente que es fuente de poder y luz.
Nadina, comienza su obra con pinturas aisladas dejándose llevar por su voz interna. Mas luego le da forma y orden a su propio caos: en su inicios su obra las pirañas y el pasajero; tintas chinas de la serie “no te pases de la raya”; obras de la exposición “los opuestos”; no todo el mundo está de cabeza; la obra de “el reciclador”; la serie ventanas; viceversa; Nadina de nada. Viaje sin viaje. Entre otras obras, hace gala de su creatividad, más allá de ser una persona bella de cuerpo y alma, por su espontaneidad a la hora de darse al mundo, en cada una de la selección de sus creaciones en exposiciones por diferentes recintos de la ciudad como Museo Regional de Durango-UJED, su casa; el Congreso del Estado, el Museo Ángel Zárraga del Instituto de Cultura del Estado de Durango, exposiciones colectivas, así como en reconocidos restaurantes y hoteles de la localidad.
En una de sus  semblanzas, Nadina se retrata a sí misma como: “Mi pintura pertenece al mundo de la imaginación, es una simbólica muerte a lo real y un despertar a otros mundos; toda iniciación conlleva alivio y dolor, tragedia y soledad, cambios lentos o repentinos, como también magia, misticismo y aceptación; es una experimentación de adentro para afuera. Pintar es un viaje intuitivo que me permite penetrar a zonas profundas, misteriosas y lúcidas de mí ser, conciliando con los opuestos aún en situaciones límite. Es fácil ser atrapada por el otro lado del espejo. Medito al pintar y el silencio interior me permite no perder contacto con la realidad. Vengo del grafito al color, voy del realismo al surrealismo, pretendo rozar el abstracto. Intento una cosmovisión de campo cuántico que nos rodea; explorar lo intangible y hacer que la dualidad no se perciba contradictoriamente.”
A Nadina le gusta cultivar la contemplación y darle libertad al ser y a sus sentidos en una búsqueda vital por encontrar el sentido existencial más humano. Nos dice que: “el acto de pintar es en sí, un acto de amor, que se ofrece y se recompensa por sí mismo”. Y concluye: “No pretendo ser perfecta, pero si lograr la perfección”.

A Nadina de Nada.

Ella,
la que sublime me hipnotiza con su trazo de cielo.
Ella,
la del vestido de viento,
pasajera del tiempo:
la misteriosa mujer de pesadillas del lienzo,
oculta, pensativa,
de momentos  frágiles y color en movimiento.
Ella,
Samaritana,
que me invita a girar una vez mas
en la oscuridad y luz del relámpago,
como pasajeras eternas.
Hilando el éxtasis, cada cual en su espacio:
Ella, en la nada,
yo, la observo al avance fehaciente,
de la presencia segura
por su obra en el tiempo.






Canto para

la piel que deslumbra




Mónica Reveles Ramírez













       


        Sed

Sed eterna de ti,
no hay cáliz que me sacie,
más allá del licor de tu cuerpo, sed de ti.
Caminar, volar, nadar,
estos refugios de tu ser, me dan sed.

Sed de ti,
amargura del aliento meditante,
en la oración que encrudece y controla.
No hay más que seguirte
en camino de lobos,
entre renglones de libreta pautada,
a esta libertad que corroe
por los caminos inexplorados de otras mentes.

Solo quiero tener sed de ti:
para no huir al vacío,
por seguir siendo yo misma
y no volver al azar.

Encontrar el manantial de ti
soy en mí.
Sed de ti,
reflejo de la sed mía.


La libélula

Murió la libélula
posó en la pared desafortunada:
al soportar su peso en dos patas
cuando la vi caer al precipitarse
con la nube de humo del feroz insecticida.

Murió en su lucha,
aun la contemplo en el piso de la cocina
llegó a rastras a mis pies,  a donde garabateo,
no puede quedar en el basurero –pensé-
la inmortalizo disecada, en este escrito.

No volará más –pienso fríamente-
mientras contemplo  recuerdos en la casa:
te quedaste también fijo a la pared
a libros, piernas que besaste
y el sexo que hizo pausa
ante la nube de veneno
que roció el único hilo que nos sostenía
(los hijos extraños me son dañinos,
usan la toxina tecnológica
para rastrear conversaciones de sus padres).

Aún no sé cuál fue el mensaje desafortunado
que me tiene en esta espera melancólica.

Me sostengo del hilo,
y aferrada a la pared
que se extiende a la mirada profunda
en banca conocida del templo
donde liberaste la puerta de mi llanto con la imagen del poeta.
Aferrada a que un milagro me consuele
y vuelvas feliz en el barco del adiós
abrazándome tras la espera en la pared
donde se desprendió la libélula.



Poema para quien preguntó por la Guillermina.

¿Dónde estará la Guillermina?
P. Neruda.
Grabé hoy tu voz
(para escucharla después).
Compre un extractor de sueños para la cocina
(aun no encuentro el personal),
una vajilla que decía mírame y llévame,
(algún día te usaré),
la vasija de vidrio rojo
(para  ensartar velas eternas)
y una colcha bonita,
(y tenerte entre las piernas).

He comprado tantas cosas,
para ver si lleno el hueco que dejaste.
        Escribo palabras desparramadas,
(inciertas de respuesta).

Botellas al mar cibernético
(creo que contestarás).

Llego de nuevo cansada y aturdida
(la pesquisa es tortura):
desaparezco entre libros, ropa, piel de gente y ciudades.

Escucho tardíamente la voz encapsulada
que pregunta entre suspiros:
¿dónde estará la Guillermina?

Siento en alerta próxima la palabra que abduce.

Lagrimas derriten el rostro, lavan señales.

Pues soy la mujer por la que llaman,
lo anuncian las campanas.






Bienvenida

Para J.P.

Te miro con la distancia exaltada,
tiene sentido acudir a la cita extraordinaria
fuera de tiempos y rutinas.
Descontaminarme del mundo con tu mirada
sentirme en la vida,
de este momento al conectarme con tus ojos.
Dónde estabas ayer, cuando la tarde caía sobre mis hombros.
Cuando las palabras me faltaron,
cuando los brazos se quedaron vacíos
y la sombra del íncubo rondaba.

No me odies por el desorden tecnológico,
destrozar vida de mensajes que no ves
y desesperanza de no enlazar el hilo a mis ideas,
o distracciones del vehículo sin fuego.

Tus secretos, me los pego a esta piel de víbora que muda
y luego ni yo los reconozco.

Dónde estabas ayer, cuando subí y rodé por la colina.

Por eso, al darnos labios en la despedida,
está tu lengua ajena dentro
rozando mis manos entre piernas y tu espalda.
Insistente llegas a mi seno,
Y si, solo fue una despedida, de la noche,
de nosotros, como festival de carnavales.

Besos enlazados de adiós,
cuando los cuerpos nos tomaron desprevenidos
y nos venimos dentro y fuera de nuestras murallas.
Cuerpos, autos, casas, cobijas,
olvidan la memoria, el tiempo, fuego,
frío soledad de la tristeza.

Anoche, en la despedida pasaron cinco horas de bienvenida.
¿Qué succionaste por tu lengua exploradora
(además de los adentros)?
¿A dónde me mandaste a volar?





Llueve

Volví  a perderme
la noche de guerra entre cupidos,
cuando cantan grillos excitados
y no llegan golondrinas a emigrar.

El color rojo de esta prenda tiene la culpa,
y no solo falta humo en boca o pastillas para olvido.

Necesitaba de un suicidio voluntario
un deja vu
o páginas solitarias de muñecas.
Pero se cruzaron a tiempo los caminos
cargaste cruces de duelos, sin saber.

Mi tristeza era tan amplia
que se podía ver de resplandor a resplandor
como la madrugada incierta de ciudad.

Pero tú no la viste
y fuiste esa noche la compañía silenciosa
el beso discreto en la mejilla:
desconocido que leía un libro sin letras
y yo el mío sin entendernos,
cada quien atravesó su panteón
y contó sobre el entierro.

Fuiste el principio
aurora de guitarras y cantos de bohemia.
Espera cercana  sitiado por máscaras.

Y no era de día.

Solo fue esa mañana en nuestras vidas
y nos sorprendió (ahora que lo cuento),
hilando cabos del preámbulo
que construimos,
el contacto piel era necesario
después de la sequía.

Desde entonces se dice que llueves en mí.





Despertares II

Mírate: soy tú
y las cuatro de la mañana volteado de cabeza,
tocándote para encontrarme
perdido en tu nave-cama
deseoso de tempestades.

Siento tu semen vibrante
recorrer el borde de las piernas.
Danzas con besos lúbricos, con la magia del hombre seguro
deleitado por el ritmo de caderas.

Sacúdete
ya es hora del despertar:
excitado del naufragio
me llamas como si fuera el último día del sacrificio.

Necesítame
para creerme viva
y saber que aún no le prendes a la pira.



El nombre

Hubo un día en que la llamó por su nombre.
Hoy la pista se perdió por el camino
que ya no quiso recorrer.
Demasiado fuego.
Un día la llamó por el nombre del destino
y fue la más dulce de las voces.
Fue otro momento cuando la voz se apagó
con todo y luces de cascabeles.
Y sin embargo, el calificativo era,
"como quiera que sea".
Hoy
solo es una serie de letras
que ya no tienen significado.



Voy a entrar de nuevo en tu cuerpo


a profanar tu alma
a ver si ahora, si logro salirme de ti
deseo entrar en el fondo de tus laberintos indefinidos
de tus ambiciones a medias
de tus planes errados
para ver si rescato ese ser de mi que no encuentro
que se perdió en tu cuerpo después del primer beso

fue de luna
fue de brazas
o de oscura ambición.

Solo busco rescatarme
para poder ser en si
la perdida sombra que llegó a ti,
y poder secar este llanto que me consume
este develo que no duerme

este mar que se evapora en mí,
pues ya casi soy sal sin arenas

llano que no tiene sombras
páramo deshabitado
balcón sin su odiadas serenatas.

O negociemos
dame un poco de mí.





Los pájaros


Él brilla de noche cuando todo es oscuridad.

El telón cae:
mira su lado izquierdo: y se aparece el diablo.

Noche de luna: dos pájaros sedientos iluminados
se rodeaban para elevarse.

Cada uno con su farol, deseosos de la sombra del otro,
en la ropa oculta, manos cómplices.

Y subieron a la nave donde se olvida todo
y la vida es eterna:
cuando los besos profanos ingresan al laberinto de las ropas
las caricias húmedas están listas para el precipicio.

Y el juego de los veinte dedos describe una historia
en luz de  luna bajo el pantalón
donde crece la llama de las auroras.

Eran solo pájaros,
y volaron iluminados uno en el otro.


Fiesta de los sentidos


Hoy mis sentidos hicieron fiesta al escucharte
en el alboroto de tus sonidos comenzaron con
luces, confeti, música, bebidas y sexo.

Y me enredé de luto en tu presencia
con un vestido negro me tatué
para que no percibieras la dicha que galopaba por mis venas.

Me llené de símbolos para despistar el estruendo de la fiesta.
Y al final
con tu sonrisa
una palabra,
y tu mano en la espalda desvestiste toda la orquesta.





Mariposas en la luz


Este delicioso placer, profundo
donde la boca aguarda los deleites
sabe en su hoy que las nostalgias son ave fénix.
Muere el bien amado en su careta,
cae el vestido hipócrita de los reyes:
por fin del mundo me libera
de pasadizos, misterios, lujurias, redes.
Ámame
en la estación violenta,
del juego acelerado de ir y venires de bufones.
Sea el cuerpo nuestro refugio próximo,
rodeados, protegidos,
mientras escribo
un canto que me despierta de las pesadillas próximas,
y alimenta con la sabia dulce.
Mientras bailo ante la esencia tuya:
de entrega,
cede el mundo de fractales
compone una nueva sinfonía
en su propio enigma,
en su extrañeza,
en la individualidad que ansío.
Este delicioso placer que cedes,
y provoca manantiales,
ha desatado la furia de las mariposas
que se amontonan por el vientre que exploras.


La ciudad nueva


El me llevó a recorrer la ciudad que cambió domicilio,
la que se olvidó de mí, así como yo.

Me gustó visitarla con sus nuevas luces
y  habitantes ensombrecidos,
deshilados, profanados en su novedad.

Mientras dormía en la torre de cristal, entre papeles y silencios,
cubierta por cobijas de cartón aislante,
aparadores de ilusiones, y una que otra estrella a la mano,

no vi cómo se mudaba lejos,
inventó caminos para que la siguiera, -si quería-,
me dejó la puerta abierta
y amablemente se despidió
diciendo que me amaba.
La ciudad,
emparejó sus gritos y los hizo música tecnológica,
ciudad de espectros, batallas en espejismos,
victoria en líneas de luz.

Y me senté a la orilla de sus límites
esperando escucharla:
pero esta ciudad ya no habla
su lenguaje es de fractales,
de gente que se comunica con chip, bluetooth
y se toca en pantallas virtuales.

Ya no estoy junto a ella,

no voy a sus parques alumbrados
ni recorro estaciones de curadores de color.

La miro desde el balcón
mi dolor oculto la recorre,
se alejó de nosotros porque nunca nos perteneció.


Silencio


Ahora resulta que todo quedó en silencio:
de lozas cantera blanca en madrugada del trasnochado
que no escucha ni mira más que su dolor, adentro.
El silencio de las sábanas mojadas de los amantes desvelados del cansancio
a mas no poder por compartirse.
En silencio quedó la madre, que vio partir a su hijo,
y solo se quedó con aroma del recuerdo.
En silencio, se quebró un corazón.
La mujer amada, en silencio inolvidable,
que no conoce las palabras del ausente.
Un hombre mira en el muelle un barco que se va.
Y veo en silencio las olas.
Una ciudad se quedó en silencio tras la tempestad.
En silencio se quedó un prisionero, mirando su libertad.
Callada, se quedó la cama del hospital,
cuando el llanto se llevó un alma junto a su ángel por un corredor interminable.
En silencio, se fue un coche,
con la cenizas de una mujer amada.
En silencio años, sin hablar.
Y nos vamos a la contemplación,
cuando lo único que nos queda es el silencio.

Y en silencio, siempre en silencio:
nos conocemos, amamos, multiplicamos, destrozamos, escapamos de la muerte, nos lleva la muerte y  trae la vida, nos vamos de cabeza, nos entregamos y se nos olvida el silencio.
Porque resulta,
en esta vida, la tuya y mía,
que todo ha quedado en silencio.


Pajaritos miran la tormenta.

Sólo tu corazón caliente,
y nada más.
Federico García Lorca.
Nos sentamos de frente a la pesadilla que creamos.
Pájaros del infortunio.
La travesía por el pantano nos agotó.
Precipitados como Caín en su vorágine
fuimos Ícaro del laberinto,
lenguas de Babel, cuerpos en Sodoma.
Peregrinos del desierto como vástagos de sal.

Me invitas a la ventana pavorosa
que niego mirar sentir volver a anhelar.
La adversidad es el motivo del deseo.
Sola tras el cristal,
el conjuro aún no decide mi partida
la suerte está jugando al tarot de Marsella
y encontré una silla cómoda en la mesa del Diablo.
Una daga de la virgen de los dolores
acompaña deseos de travesía por el espejo.
Tú, como pajarito espantado,
cautivo de la historia predicha,
sigues el juego.

Buscamos seres libres
hermosos puros de Samaria
sabios de la travesura
y conozcan con placer
destruir sueños como lo hicimos,
volar marionetas de colores opacos,
recorrer el laberinto de sombra gato destello,
tomar prestados amores lejanos de la mano,
dejar ventanas abiertas de conversaciones expuestas al azar,
construir castillos magníficos de mentiras
explorar mapas de cuerpos cercanos,
hacer lenguaje común con destino y mirada
penetrar cada pensamiento azaroso y lo digieran
y los vean junto a ti.
O se atrevan a sacar y meter del pecho,
el corazón en la tempestad,
con aroma de café recién parido.
De fondo música de Bach.
Ya no soy yo después de la pesadilla
y libélulas de veneno disecadas.
La vida se me hace chiquita
y me la como a cucharadas con jarabe del deseo.
Mientras seguimos aquí en la ventana,
sin mirar ni hablar.
Ya volaremos felices,
cuando pase la tormenta.