miércoles, 9 de enero de 2013

Doce meses han pasado
como estación sin rumbo,
como esas en que el aire nos roza quemándonos los labios
y pasa por los oidos para que lo escuchemos de lado a lado.

No puedo evitar la nostalgia
de la llamada inesperada
el amigo del domingo
la complicidad compartida,
y los días sin rumbo.

No olvido las manos rozando mi conciencia
estremeciendo los sentidos
y la fina caricia
entretenida en la entrepierna.

Hay violencia que deseamos
que nos arrebata el pensamiento
y que ferozmente abrazamos cuando mas daño nos hace.
Marcas de lado a lado de la conciencia
de las que transforman los instintos
y luego crecen como hiedra
por los intestinos.

Matar tus ramas
antes el suicido,
herirte ?
antes perseguirte hasta el infierno.
Saco los clavos de los muros
tal ves caiga la casa
tal ves sea el remedio del olvido
tal ves, solo tal ves
tenga el valor para alejarme.

Pues los signos compartidos
van derramados por las cuatro paredes de esta casa
por las calles y carreteras de estos vientos.

Y este frío que te evoca cada invierno
pesadilla del abismo
en el que me dejaste sumergida.
Mi grito errante penará
no hay remedio para esta herida.
La pena trastoca con cada campanada
se habre al mirarte
sangra en su llaga sometida.

Que conjuro invocaste para darme tanta tristeza
se perdió la cuenta de la cantidad de llanto derramado
y de un cuerpo que reclama sus miserias.

Cual es el remedio
te reto a que me olvides
y cortes dependencias
regreses mis objetos
desates de mi, los cargos de conciencia.

Regresame a mis penas
a los sueños no cumplidos
a mi soledad de siempre
a los amores que odio.

Regresame mi tiempo
mis palabras
los poemas,
las miradas cómplices
el ángel que te guía
las palabras ajenas.

Pero  mejor no devuelvas nada
pues solo seran mas lastres en la subida...
mas cargos a mi pena.

Solo me consuela saber
que tu pena es mas grande que la mia
que tus abismos son aun mas profundos
que tus miserias son famosas.
Sigue guiando, imágenes ciegas.


Y que yo, aun,
tengo amores que mandan lazos a buscarme,
ángeles de arcoiris que me iluminan,
caballos de luz que presipitan su galope a mi llamado:
y esta llama de luz, que tomo en mi mano,
con la que sigo subiendo por la barranca a la que me arrojaste.


Sería una hipocrecia perdonarte.

Miserable de ti,
por siempre.