domingo, 27 de septiembre de 2009

Tiempo de huracanes.

El huracán llega con su grito desgarrado,
con su furia incontenible
y un dolor a cuestas.
extiende sus alas como un niño que arrobado llega al pecho de su madre,
atrapa en sus aspas como un dios el cielo,
enreda con furia las olas distrayendo su vaivén,
desangra la tierra, la hace suya en su violento seguir.

Acaricia con furia

penetra

incita

destruye.

Arrasa debilidades en su búsqueda voraz,
de consuelo, de ser todo,
de volverse viento.

Y se marcha a reunir fuerza,
se arropa al pie de la montaña,
duerme en trigales
y las mujeres con su canto le dan la calma.

Su agitado ir y venir es una tormenta de voces
de danzante fuego que seduce.

En su inquietante furia me contagio,
y miro el cielo presagiando su llegada.

La tierra lanza un suspiro
tiembla y el campo se hace fértil por segundos.

Mientras llega el huracán
miro en la ventana un ir y venir de quimeras
su fuerza me enlaza a sus caderas
y entro en él, guiada por voces oscuras
que me invitan al torbellino ardiente de su cadencioso vuelo.

Arropo sus voces que me dicen sígueme,
a sus aspas entro,

y volamos a buscar una playa,

otra tierra,

un nuevo cielo.

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