Huye:
que el grito no te alcance.
Corre:
que la maldición del ada de la melancolía, no te vea.
Sígueme:
hay una cueva.
Pierdete:
tapa la mirada, no mires a la Gorgona.
Atate de todos los árboles
entierrate en la tierra.
Bebete el llanto.
Que la vida no nos alcance antes del amanecer.
I
Porque sé que en este grito extraño
no acuño tu nombre que se fuga por las montañas,
los bosques y desiertos.
Y que eres la lámpara oscura
que alumbró mi valentía de mujer sedienta
de esta intranquilidad que me vence
y me lanza a los abismos
para surgir airosa entre tus redes.
Y sé
que de estos castillos que construyo en el aire
solo quedan girones de una tela que se deshace.
Y sabiéndome efímera, nadie,
me voyal mar del desconsuelo
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