jueves, 17 de septiembre de 2009

Huye:
que el grito no te alcance.

Corre:
que la maldición del ada de la melancolía, no te vea.

Sígueme:
hay una cueva.

Pierdete:
tapa la mirada, no mires a la Gorgona.

Atate de todos los árboles
entierrate en la tierra.
Bebete el llanto.

Que la vida no nos alcance antes del amanecer.







I
Porque sé que en este grito extraño
no acuño tu nombre que se fuga por las montañas,
los bosques y desiertos.

Y que eres la lámpara oscura
que alumbró mi valentía de mujer sedienta
de esta intranquilidad que me vence
y me lanza a los abismos
para surgir airosa entre tus redes.

Y sé
que de estos castillos que construyo en el aire
solo quedan girones de una tela que se deshace.

Y sabiéndome efímera, nadie,
me voyal mar del desconsuelo

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