domingo, 13 de septiembre de 2009

Te llamé
como a un adversario que huye
un enemigo
escapando con su ira derrotada.
¿Quién fue el vencedor
si nadie sabe
qué ha quedado
después de la batalla?
Saúl Ibargoyen

La batalla.

Después de ese encuentro
no se de mi.
Si la sangre que perdida en ti, solo es el rastro de una batalla perdida.
Si este rencor ciego que me arropa, y hace pedazos el alma es un renacer.
Te vas,
Me precipitas.
Me confundes en esa senda por la que te pierdes
Ya no se de ti, desde hace tiempo.
Mas see de ti.

II
Muchos trozos de poemarios han quedado.

Girones de carne,
calcinados,
heridos,
mutilados,

¿A dónde me llevas en esta travesía?

Nuestros cuerpos bandera

Nuestros sueños tan rotos que ni el viento los desea.

III
Buscas otra conversación
me niegas
me deshaces
mujer rota.
Mujer que ya no sirve a las costrumbres, a los hábitos.
Sigue barriendo tus miserias de ramera

IV
Solo una palabra para volver al vacio
a la desilusión
a los dolores de semipartos
del no existes.

De solo ser una pieza mas para mover en un ajedrez
con la jugada de la que no sabe jugar.

Invoco al hombre de las mil piezas:
¡Ayúdame a salir del laberinto de Tazmania!

V
La jugada siguiente es decisiva:

solo un movimiento para salir volando por la ventana
o acomodar de nuevo mis piezas y seguir jugando

con los seis caballeros de mis esquinas
con los delirios que entrelazan mi vida

con los dioses: tecnología, sabiduría, posesión, música, lujuria, estrategia.

Con el tablero semi-roto
y las piezas que faltan continuo:
sin volver la vista a Eva, a Lilith, a Eros: sabes que si mueves un dedo voy a ti.

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