sábado, 24 de enero de 2009

POR EL CAMINO DE EVA.


Por el camino de Eva





Mónica Reveles Ramírez



Primera Edición Marzo de 2002
1000 ejemplares.

Obra Protegida por ISBN


Eva



I


Sigo el camino de Eva,
renegando del mundo,
con la pasión errada,
el delirio de ser fuego y vértice del nacimiento.

Mis pies levantan el polvo,
y la roca bajo mi ser
descobija pasos de mujer mutilada,
por llama hiriente .

Verdad que caba su muerte.

Busco descanso para reposar el cuerpo marchito
y olvidar al demiurgo que originó este caos,
al poseedor del paraíso
que depositó su sabiduría entre bestias.

Voy,
mas allá del tiempo
que aparta las palabras errantes
de un hombre fugitivo
que cedió su cuerpo para ser otro cuerpo,
semilla filtradora de vida
luz incandescente que cegó el origen.



II




Para hablar del nombre de Eva,
llamaré al varón que ocultan los milenios,
esperanzados que resurja entre mar y cielo,
libre poseedor de fuerza,
vencedor de bestias.
Llamaré al marcado con el fuego del dios
que custodia los andares.
Mitad perdedora de su paridad
cuando la vida del mundo fue cierta.
Hombre solo,
que restaura unidad junto a la hembra.


III



Conozco el nombre de Eva,
por su composición sutil y desértica,
por la madrugada que reveladora del origen.
En la palpitación violenta,
lo creado tomó imagen
radiante claridad del firmamento,
lineal ante el horizonte y ruidosa
caminando en piedras de lava.

Nombre de raíz profunda y prófuga,
extendida en la lejanía de mantos de líquidos
que recorre con su savia
el filo de los teclados de la tierra.

Sonido que con el día se matiza con su eco de voces.

Mujer, porque luminosa se mira de noche y día, encarnada por fantasía materia,
rodeada en el espejismo de símbolos.


IV


Nacen semillas en el río de ciencia,
Sello de batalla sensual
por la amante diosa expulsada del jardín Edénico, estrena castigo como hija-esposa,
arrastrando la vergüenza por el encuentro con Eros. Pasión verdad,
que marca un nombre,
sinónimo en el pecado,
imagen que decide por destino el dolor.





V


Ser mujer,
frente al jadeante milenio,
que escupe los años.
Madre
ante dolores de parto sin deseo.
Dar luz arrastrando vida ciega.
Espiga,
para masa inerte.
Deseosa de ser para el macho única paridad.
¿Quién te inventó
para completar un destino?
Y...
¿dónde se completó?
...
la bestia recorre calles,
busca a la mujer que perdió un paraíso.










De los orígenes




I




Nix


Alguien te nombró:
principio,
nombre dividido.
Luz prometedora de ansiada espera:
hombres portadores de trasparencia
entre infierno, tierra y cielo te coronan.
Nix
madre de dioses:
todo aparece en claridad.
Nace el mito,
materia de contraluz en la sinfonía de color.
Los dioses aparecen
adorando el nombre de mujer,
símbolos terribles
ordenando ciclos de vida y caos.
Tanatos :
recógenos en la fascinación
de tu aurora.



II


Si Nix
tocará con sus manos
el nacimiento de mortales
y lambiera costillas ácidas de mujer,
sus contornos no serían sur y norte:
su mirada
no sería flecha
que va de amanecer a ocaso,
provocando guerras en tierra estéril.
La destrucción nos poseería
con su manto de agua turbia.

Si toca un trozo de esta tierra,
reclamará sus derechos
y escupirá de sus entrañas
desechos que olvido,
para crear habitantes

mutilados

en mundos

y abismos de encuentro.



III


Lilith


Nacida del polvo,
con la insuflación divina
semejante al varón,
seductora de durmientes
remota invención .
Reina inframundo,
los mortales borraron
de tablas y papiros tu surco.
Primera esposa y amante,
signo de liberación
que no se doblega
porque la pasión nocturna
llegó a ti antes que el día.
Ángel de amores ilícitos,
creaste por un falo la guerra.
Princesa del exterminio
desposada con Sama’el.
Sennoi, Sansanui y Samangaluf
te buscan por llanos,
montañas y ríos
creen que ante su aspecto angélico
cederás,
pero el orgullo eterno
te envió a profundidades marinas:
guardianes supremos
te retienen,
no saben
de tu escape al pensamiento
en cada mujer
que clama su derecho a crear.


IV


Isis


En ciudad triangular
y un sol que castiga la piel,
eres la gran madre
rodeada de incienso y alabastro.

El Nilo,
mira el palpitar
de tu primer pensamiento.

Osiris a vuelto,
el cuerpo dividido en catorce secciones
une la magia del rito.

Semioculta
en luz de luna negra.

Isis,
en oscuridad de un mito,
cuéntanos la verdad
con tatuaje de mortales.





V

Hera


El arquetipo de Hera
perdura en la mujer desposada,
creyente que salva su origen
fiel al maltrato.

Diosa dueña del amor-odio
cultivas posesión de vigilia,
chantajeas
con llanto sutil,
y sólo recoges
los pedazos de engaño.

Patrona de casadas
tu hogar será sombra que perdió virginidad.

Zeus, busca el consuelo en tus iguales.





VI

Alcmene


No cambias tu destino
y te entregas al determinarlo,
paridora de dualidad,
con tu sangre confundida
te lanzas al primer engaño,
desamparas a los nacidos de tu sangre.
Por un reinado no conseguirás la dicha.
Celosa amante que das la vida
al primer
que defiende la destrucción
de hombres y dioses,
mira tu camino trillado:
el descanso,
solo te encontrará en la muerte.



VII

Demeter



Tu habitación en el Olimpo
es nombre que corre libre:
aire y aroma de roca,
al crujir de ríos
se hizo una melodía que aturde el abandono.

Diosa entre campos de cebada y nieve
devorada por Cronos
para que tu alegría no nazca,
surges coronada
cuando las manos de Zeus y Rea te rescatan.

Poseidón
veloz corcel cruza tus campos,
extasiado
te toma amoroso
para crear ninfas.
Misterios rodean tu imagen,
prácticas de maternidad doliente.
Entre fases de luna te encuentran,
porque lloras el rapto de hija,
y fundas el invierno
con árboles sin hojas
para calmar tu dolor.



VIII

Afrodita

Eros,
poseído por la Noche,
en rito mágico
nacen los portadores del olvido,
destino y odio.
Luz,
que no vuelves para alumbrar existencia.
Nietos del caos,
arrastran en mundo el vacío
que se percibe del corazón
en ocasionales desventuras.
Adorados por la magia envolvente
Amor y Afrodita confunden sus cuerpos,
leyes en sufrimiento comprendidas
prodigan o niegan su gracia,
con arco y flecha cautivan al capricho
para que el mundo sea
pequeño ante pasión.
Afrodita,
en inseparable corte
de cupidos
deseada y temida,
avanza,
prenda a su paso
castiga con el delirio.







IX

Moiras


Vestidas de blanco
caminan recordando que Nyx y Cronos
las crearon.
Parcas, Hilanderas,
miden y cortan la existencia.
Reparten la suerte entre hombres,
gobiernan la vida
y determinan muerte.
Tres mujeres de paso lento:
Cloto hilando con su rueca,
Láquesis, trasegadora del hilo,
Atropos, corta la hebra.
Vigilan las infracciones de dioses
que vagan por el cosmos:
decisión sutil
divide los precisos hilos de Necesidad.




El hombre


I

Voz de hombre incendia la mañana.

Un sol espía
merodeando entre matorrales
la llama de carne.

Hay una tierra de cruces al oriente:

¿Hacia dónde avanzar
cuando el mineral
no crece entre la hierba?

La sequía
trajo seres blancos,
del frío nace una choza de adobe
y en casa hay humo solitario.

Buitres sólo esperan
que la luna los oculte
para limpiar la conciencia
codiciosa por el llanto de la tierra.



II

Una figura
frágil como línea de papel
cicatriza música
que abandonó la flauta:

sonido de hombre que lanzó grito al aire.

De niña miraba estrellas,
imitaba sonidos.

Como voz seca y cuerpo de caracol
entre luciérnagas
la tinta ignora que deja huella
de hombre viento mar adentro.

Entre olas
se apaga con la llama del sol;
cenizas delinean su contorno en arenas.




III


De tierra
limitó su paraíso,
no era como Eva,
de materia y algo lunar,
los árboles oscurecieron sus fronteras:
flor, raíz que simula el nacimiento.

Su piel absorbe el calor de la hoguera,
calcina conciencias y ciudades.

Desde esta rama,
donde las estrellas son visibles.
delíneo la figura
que un día alcanzó la altura de los soles:
comiendo uno de sus frutos
lo espío:
pronto llegará para darme
la primera enseñanza.



VI


Con la sed que mana de mis manos lo imagino:

agua
tierra
aire
incendio.

Luz,

sombra,
cuando a las tres de la tarde salgo a regar el jardín.

Y
las plantas reclaman tardanza.

Una vez
un hombre
salió a la calle a colgar
una luna para sus noches.

Y
no hubo sol:

el día que la luz volvió,
se creó un mundo
para nuestros sueños.




V

Nuestra parte humana
cayó en el nacimiento:
¿Algún pecado más
que nos quiera acompañar al exilio?

Caminamos al oriente
vislumbrando alguna raza que nos dé asilo.

Agua Viva tomamos:
entre nuestros hijos
y orejas, escondemos estrellas,
flores y pescados para sobrevivir
fuera del paraíso.
Para esta fechas,
en ese lugar
tal vez todo esté seco.




VI

Suelta esta noche la capa que te cubre,
y danos la ansiedad que escondes
la vida está por caer
y las amenazas no cesan.

Tú que naciste hombre
mira al sol,
y suéñate héroe,
al fin que la batalla
que deseo,
está en una isla de tu tierra fértil,

Si vez que Italia se calcina
lánzate al mar,
el río de lágrimas es eterno,
y en el exilio hay una fiesta.

VII

Salomón decora con su canto
el mármol rosa,
levanta junto a su esclavo
la sed de ver a un dios bajo su techo,
con nueva Jerusalén.

El agua detiene su cause
seca las ramas de olivo,
amamanta el silencio del huracán.

Arena estremecida por cada grano en letanía
o un hombre procreado por una marca:
ser divino
o rival del que cree que su imperio
cegará la figura de Dios.






VIII

Sentado
frente a la página del libro
que le recordará como va la vida
huyendo en su interior,
la recorre fijamente,
hombre al fin.

Creyente de que en su blancura
no se escapará alguna gota de sangre
develado por luminosidad vagabunda,
ante sus ojos un mar
o una sola página
que arme con sus líneas la vida.

Sentado frente a las olas
mira la volatilidad de su alma
y respira agitado cuando la marea sube.




IX

Si la luna cayera
con los golpes del tambor
que agita la danza milenaria,
seríamos seres luminosos
occilantes cada veintiocho días.

Mutantes
cada vez que nace Selene.
Agitando el pandero nuestro mar se eleva
para que su reflejo
se inunde
y penetre en ella.


X

De todas la huellas dejadas
en azules margaritas imitando ritos de noche:

deshojas

deshojas

hiedra que crece por los montes,
marcando los pasos
de ciegas estaciones
y si el otoño llega

huir

huir

en cada hoja
tras las huellas
del que ya borró los nombres.




XI

Correr,
agitando en las manos el futuro,
y sentir la lejanía de almas
meditantes a palabra de mediodía.

Buscar,
que la clave atardecer
se encuentre rociada de tierra
con destello de luna nueva,
y gotas de licor en cuerpo peregrino
perseguido por su origen.

Anclemos:
a mitad del mar las barcas en desvelo
con la creencia de ser islas
en donde lo predicho
ya no alcance.



XII

Un hombre llega,
su distancia es conocida:
delgado, luminoso,
entre sus manos
brochas miran paisajes.

Juntos pintamos paraísos,
arco iris en donde sellamos
con el cuerpo una secreta alianza.

Un hombre se va,
lleva entre sus manos
un reloj de arena
que medirá
la hora del reencuentro.


XIII

Una voz perturba mi garganta,
se guarece de la sinfonía de horas.

Avanzo con paso menguante
hacia una luz llena:
escucho como la batuta del director
aturde con una nota de re.

Inundación de coros,
dos mil años no han sido suficientes
para comprender tu grito:
hoy que eres voz de mujer
te agitas por el sonido del bajo
que ve pasar bacterias en nuestra sangre.

Danza perpetua.

Signos de luz.

Se concede permiso para pecar
en nombre de los desamparados de esperanza.




XIV

Mundano te vuelves:
¿Quiénes los clones
que habitamos estas tierras?

Y nuestras ansias de amar...

Cantera rosa se esculpe
deletrea la marca del tiempo con figura de apóstol.

Despedazado cielo bicolor
que la luz despierta:
me acerco al lugar
donde se fabrican esperanzas.



XV

Si su nombre es Luz, María, Angélica o Judit,
si su vestido amaina la fragilidad,
si es feliz,
si su padre la ama,
si es libre de toda culpa,
si hay un hombre que la tome y la bese,
si su marca preferida es fuego sobre la piel:
ya no importa que su nombre sea
Luz, María, Angélica o Judit,
porque con un vestido que amaine la fragilidad,
feliz y libre de toda culpa,
un padre que la ame,
un hombre que la tome y la bese,
cada Eva, resume su signo
en la marca de fuego sobre la piel.



XVI

Soy de sal
me crié en el mar
que heredó a mi tribu sus lágrimas.

Soy un puente:
uno los ríos que pasan por la grieta
del destino de los hombres.

En arena
dibujo con el índice derecho nombres impronunciables
que las olas recogerán
para formar el libro de los días.


















XVII

Vuela Eva,
lanza tu red de palabra
deletreada en el viento norte
que mira al sur,
desata tus ansias de ser amada
en la oquedad de la roca,
tienes el tiempo
y todos los hijos por delante.

Eva,
lanza tu suave canto,
para desatar de los exilios
a tus iguales.

La historia del hombre que te acosa
se enredó en los cabellos de mujer.




XVIII

Nacen...
en la calle tres, un hombre recoge latas que lo miran con preocupación.

Nacen...
en tres días se acabará la guerra, se liquidan francotiradores.

Nacen...
en el basurero la comida se aburre y se descompone.

Nacen...
perlas o diamantes, más tarde lo decido.

Nacen...
tu casa... la mía.

Nacen...
¡Déjame vivir!

Nacen...
Un hombre reza una oración confundido porque el Vaticano anuncia que el infierno no existe. ¿Existe el cielo ?

En la tierra, un largo silencio, desde hace media hora en un hospital de ciudad no se han registrado nacimientos.



XIX

La mujer que escapó ayer del manicomio
traía una marca en su espalda.
Al pasar junto a mí,
arrebató los letreros,
me quitó lentes,
destrozaba cada línea que leía.
Me miró satisfecha
y gritó: ¡ el hombre ha muerto !
Se marchó
dejando en concreto
sus pisadas de sangre madrugada.
No había luna
me dejó su rostro y un cabello.
Noticias de las ocho:
una mujer fué hallada muerta,
cerca del basurero.
Alguien le apuñaló
una historia en la espalda.


Rumbo a tierra del Guadiana

I


Altas olas llegan con furia y azotan montañas de Sierra Madre. Del norte flechas trazan el desierto, del sur ruedas penitentes acarrean jade y fuego. Mueve el deseo de mamar en tu lecho luz que refleja la luna. Del oeste, cubierta con manto de concha, Eva, y caminando hacia lo alto va tejiendo trigales; como si el desierto hablara con su tolvanera de zarzas, se hace una fiesta. Los ríos Valle del Guadiana han nacido y la tierra cobija, se acomoda a la sombra de los sauces.


Desnuda, teñida por color de sangre, radiante entre plata y oro latente bajo pisada, se anidan despertares, ya mira con quietud el nacimiento de nueva tierra, ya sabes que entre manos se anidarán hijos peregrinos de calma.


Color silencio. Y se levanta en cantera tu casa. Se adornan los vestidos con resplandores de tierra, corona son ramas que decoró el cedro, venados, osos y palomas en palacio.



II


Eva, posa la frente en altura de horizonte, sonrojada tiñe las nubes. Pájaros y flores se anuncian a su paso. Después del destierro, el ocaso aún esperanza. Las piedras azules son la marca de su llanto.

Unida al mar, sabe que su hija Venus escucha y la imita entre caracoles. De cada espora nace la piedra con centro de cristales. Centellas iluminan reprimidas por el desierto, granos de arena cubren un cuerpo.



III


Esencia de mujer nace en el Tubaggue, cielo que ilumina al Guadiana, mujer guerrera y amante, grande fue tu arrebato ¿en dónde estaba tu corazón, al cambiarlo por el Cenzontle que llamó a la guerra con el hombre?

No te bastó comer manzanas.

Aún no soportas el sufrimiento del destierro y lo olvidas en cada región en que por ti se entrega al sacrificio. En tu palacio ya canta el ave blanca, el guerrero por ti caído, la sangre en tierra es torrente que no calma.



IV

Tesgüino se prepara en vasija de tierra con llama, bebida en satisfacción. Aves entre incienso devuelven a la vista tu origen, madre de semillas, cambias por placer tu evolución.

El teponaxtle suena a muerte, llaga que abre el duelo de corazón, tierra con dolores indefinidos. Copos de nieve decoran tus sienes. Y la túnica blanca canta junto a la gris.

Tu soledad festeja dolor y piedras de lágrimas tejen un surco de pieles ocres. Que tu desdicha nos alimente siempre, mientras soñamos colgados de la trenza de la luna nueva.













V

Vas caminando
de la soledad a la esperanza,
con el destino apócrifo
creyendo en varones de verdadera fe,
apoyada en ellos, como verdadera lanza.

Al vacío,
arrojas semilla
en sembradío de universo.

Madres fecundando días
unidas al cordón umbilical de Eva.



VI

Lodo y ceniza,

agua y fuego.

Materia del origen

consumada en las heridas,

de la corriente del mar anidando deseo.

De nuestros ojos

nace el volcán que encamina horas.

Construyamos la villa,

contra la tempestad que desborda.











VII

De la región de coral
surges errante.
Y diste como la mariposa al color
una guía de la senda que marcaba el mineral.

Con mirada hacia la montaña
te sentaste a descansar en el valle,
y el agua del río de tunas
entre manos.

Con tu sonrisa niña
y ojos de todos los verdes sueños
el cielo atardecer tocaste.


VIII

Ser madre
fecunda en los inicios,
cuando Virgo
se coloca en el ocaso.
Marca de tierra
que evocó su naturaleza guerrera.
Paso hacia el lugar
de lucha contra lobos.
Zona de silencios y cantos
en donde el zacate
hace sandalias a tus pies.
Eva, que habitaste en la tierra de Analco,
junto a Sahuatoba en desconsuelo,
buscándote eterno en lunas de plenilunio,
mírate hoy
en esta mujer que se llaga
con las calles que cambiaron su pasto
por ácido concreto.










IX

Lamento junto al lobo se confunde,
se desconoce ya tu canto dulce
que arrullaba.
.
Evadiste el paso entre mares

evacuaste a cada hombre

evaporaste cada lágrima.

Mujer sin libertad,
esclava de los vientos
ignorada,
loca.

Aún en el hallazgo
sacerdotisa que se limitó
al sacrificio de iguales.

Que suene el caracol junto a la hoz,
el amo del tiempo
nos ofrece la clave de vida.


X

Al norte se escuchan los ritos
mezclados con labranza.
Maíz y trigal nutren un pueblo
que se funde al centro del corazón.
Columnas junto al humo
del incienso y copal.

Un río de lágrimas
corre al centro del Guadiana:
sauces ven pasar el funeral
de la última guerrera.

Su hija hoy juega
junto a labranza
que teje un extranjero.






XI

Eva:


si el lodo para ti es extraño

¿En dónde aprendiste el oficio de alfarera?

Hoy que llevas una vasija en vientre,
consumadora en fuego
al primer hombre,
nutres con tus pechos la historia
sentada en tu trono de nopal,
mirando como tus hijas se mezclan
y esparcen sus frutos en una tierra ajena.

Tenías por reinado un paraíso,

¿En dónde quedó el sello del origen?

¿Qué haces en esta tierra de barbarie?
creyendo que aún
encontrarás tu juicio.





XII

Te miro,
ante la montaña de plata
tejiendo el nido.
Amante hasta el cansancio
en un rayo de luna
enlazando cada tormento.

Y te veo en la breña,
llena de horas que pasan serenas,
feliz entre guerreros que te miran
de norte a sur,
para hacerte siempre suya.











XIII

Mira tus hijas
y renace:
lanza tu grito de amor
en la sangre que pares.

Marca que arrastra el fuego
con el que revuelcas las entrañas
de los incrédulos amantes.

Muéstrales tu origen
de mujer que engaña
y desprecia el paraíso.

Que se diga que Eva
encontró su casa en el Guadiana
custodiada por alacranes y lobos.




XIV

Como llamarada de ola
que se mezcla en sangre,
el grito inunda
de letanías los suspiros.

Sacar el corazón
como una flama que enciende el gemido.

Sacar el alma,
reclamar entre latidos su sollozo..

Sentir
amar
sentir
amar...

y que la flama que serpentea
la conciencia de cada mujer amante
estremezca su espacio, su gemido.


XV

Porque de la luz que divide los abismos naciste, gran Madre. Y te vestiste de púrpura, para resaltar el calor que se deshace en tus templos. Mensajera acudes a la batalla, desde Babel, siempre unida a una sola mujer en tu dulce ferocidad, tras las dunas y glaciares, estepas y bosques, acogernos en tu regazo de pecado. Cobíjanos gran Madre, que ante la luz de los sepulcros que habitas esperando tu juicio.

Desde el corredor te miro: mis manos invisibles te tocan tomándose de una a otra costilla, petrificadas, sintiendo como el tiempo se desvanece como hilo de oro. Un peregrinar de agua se revuelca para lavar tus manos antes que el primer amor amanezca.

Te invento, siempre que se pronuncia tu nombre desde la raíz, mientras que en esta serenidad estalla un grito de sirenas que amenazan con expulsarte de la tierra; danzas con un manto azul, ojos de coral y cuerpo de viento, árboles que de hojas hacen tu vestido para que luzcas en todas las estaciones, variante ante la claridad y difuso con la noche.

Mira esta luz y descúbrenos la iluminación de las noches, tú que nos engañas al nacer cada estrella.




XVI

Muda has nacido, para crear tu especie. Menstruación y semen. Agua y vino. Sangre y lágrimas, sudor y consuelo. Te levantas, y es para ti caricia la destrucción.

Renacer siempre entre ruinas .

Vivir después del dolor cuando la vida es una fiesta donde carnaval y sepelio se miran a la cara y se ponen de acuerdo para la nueva suerte. Fiesta de carrizos y plumas con que te adornas y danzas a una mujer que te mira desde la divinidad, abrazando al mundo.

Si naciste para ser polvo, cada vez que te mezclas y pares esperanzas, al fin Lilith, al fin Eva, siempre bailando junto al reptil cubierta con la piel que escandaliza, desnuda y madre, heroína mártir, quemada con promesa de purificación.






XVII

Con hilo de plata y bejuco tejes un trono. Trenza casa donde nos guarecemos. Pepeno en la basura y te veo dando de comer a un hijo.

Camino agotada, tras el trance de ser Eva y una mujer inexistente, creada por el artista junto a Dios para la salvación de los años, mancha junto al hombre. Pides limosna entre los que te escupen a su paso. Vendes tus trenzas, cosechas en la calle el rechazo. Ser mujer junto a una historia de valle que enrojece atardeceres y se alimenta cielo azul.
Miren, hay ángeles que en las calles venden flores.


XVIII


Una madrugada más, tropezando con verdes retoños te marchas, como en cada día, como cada siglo, como en el destierro, amenazada con no volver al paraíso. En el principio buscaste el alimento eterno, hoy sólo un pedazo de comida para hijos de un abismo.

Tejedora del telar de tiempo, el dinero fresco se evapora de las manos como incienso. Maravillas en aparadores de árboles y viento. Seda, ébano te detienen y te enseñan un desierto.

Largo es el camino, se extravía un paraíso en el averno.




XIX


De la montaña de Remedios a la plata, se teje con espinas un camino, mujeres que transitan buscando evadir con cantos de luna soledad.

Olvidar llanto que trajo la acequia, sepultar en un lamento fantasía. Ser mujer y crear ciudad de luz, despertar a Eva y que la llorona descanse en paz, para que oraciones mezcladas con ocaso, se marchen y no vuelan sin cumplirse.

Casas de pasillos arqueados se estremecerán cuando llegue de nuevo la gran Señora a tejer cada tarde junto a helechos, y sonría para que los fantasmas desaparezcan, y vean que ya no hay olvidos.







XX


Ser la gran Señora, que entre peñas y encinos escuchas canto de palomas y gorriones, y con la música de amanecer reinaste en ciudad que une desierto con mar, columna vertebral donde el Espinazo del Diablo se mece y sacude a los que desafían su cruce.

Tejedora, alfarera, artesana de lazos invisibles, ensartas piezas que te heredó el tiempo. Reina de las luces que recorren el desierto, antorchas que del reflejo de tus ojos nacieron, mientras que el alacrán hacia fiesta en su reflejo, toca la música, teje el cielo, escribe cuentos. De la caja de magia enséñanos el secreto, en esta tierra de encinos, donde cielo y lapislázuli se unieron.

Eva, no tenemos por señal nuestro sendero. Si de un paraíso desterrada, por ser mujer defiendes tu sueño, que la pizca de manzana siga, y nos embriague de consuelo.



XXI

Hombres de pueblo fraticida
sacrifican ante su diosa
el cuerpo doncella virgen.

Y lágrimas en plata se vierten
cuando se encuentra abandono.

Se ha profanado
la vida de una hija de Meztli,
con acero se cubre belleza

Por un río de roca protegida
ha muerto la mujer mas amada de Selene.

Ciegos por el luto,
la vergüenza se oculta con el sol.













XXII


El valle se tiñó color desierto,
la luna una acequia de amargura deja,
y tribu en desolación
no comprende el pecado.
A las montañas más altas entra.

Hombres lúcidos anuncian
la llegada del hombre nuevo:
huellas blancas,
fuego en manos de hierro
buscando plata.

Cavará montañas
perseguirá insaciable.
Mezcla de aventurada muerte.

La marca de Eva llega al valle seducido,
por lágrimas de luna,
una nueva mujer vestida de niña,
tiñendo tierra de rojo.

Dos pueblos,
debaten el pecado
y sacrificio a la vida,
muerte eterna se lleva.

Única para el nacimiento,
mira a sus iguales,
las vivifica
y continua su senda.













Por el camino de Eva



¿Verdaderamente, quién es Eva?


1

Camino rumbo al poniente,
después de la marcha de mediodía.
Voy fatigada,
cargando los estigmas,
recordando mis rodares.

¿Hasta cuando encontrar
el espíritu sedentario,
y marcar la tierra
con la bandera roja,
teñida con la sangre de las parturientas?

La tierra es fértil,
pero mi paso la hace desértica,
peste se riega entre mis brazos.
Al fin mujer,
al fin Eva.

2


Recorto los pedazos del tiempo,
los reúno junto a la hoguera
que teclea con chispa los días.

¿En dónde están mis iguales,
en cuál página derramaron su testimonio ?




I

En hielo se fundió para ser cuchillo,

corte de la noche.

Fuego

con sufrimiento de prójimo,

con razón arrebatada,

que nos usa.

Latas de almacén.

¡Salgamos

de esta servilleta!



II

Amar,

desnuda en la palabra.

Una, cuando labios

por donde se filtró la palabra origen

se enlazan,

rosa de amanecer.

Contraer el lente:
dejar que el pulso sólo transite de la pupila

al objeto iluminado por el deseo.

Hacer infinita la caricia

y con huella de mariposa

tocar el agua que se criba entre cuerpos,

entre luz semejante al que comparte sus designios.

Hay una montaña por transitar.










III

En pedernal

hoguera

fuego

brazos parpadean

fieras cantan

pies enlazados al resplandor

danza llama

abismos en caída del pensamiento

luna negra magia,

uno... dos...,

uno.


IV

Toma la llave:
que cerró la jaula
del cuerpo celestino,
la que encarceló y apagó el rostro oculto de pasión.

Llévala en fuego:
hoy que te liberas;

que la magia, pasajera de tu pensamiento no la oxide,
sea solución al valle perdido.

Tómala,
y entiende que para mí es mejor seguir tras la jaula
que mirar cómo vives de olvido.





V

Soy de signo tierra,
atada por latitudes
y algún infierno.

Creo en el amor ciegamente,
me dejo guiar por el deseo.

Hoy el mar en calma
oculta los lugares del ocaso,
islas donde crece flor con desesperanza.

Te espero
con mis estaciones lunares
y rosas que no ha marchitado el invierno.

Hace ya dos lunas que te fuiste
a la tierra donde se caza el pez de los delirios
a buscar extractos de rocío
y copos de nieve para nuestro nido.

Hace ya cien arco iris
que no te percibe la mirada.

Cuando vuelvas a esta tierra amarga
se alejarán las noches que me tienen con cadenas,
reposarán entre mis manos tus sentidos.

Y la luz negra del ocaso
que me ata a tierra y deseo
me hará libre
bajo el cielo
que vigila este sueño.



VI


De la ruta que el desierto creó en el mar

busco el canto emplumado

para crear mi nido,

y pisar quedito,

a ciegas,

creyendo en el temor que empantana el alma

y la seguridad craquelada entre mirada.

Busco

Solo un camino que mi cuerpo una

y mis sandalias

amanezcan

cada vez que el Ave Fénix

despida atardeceres.


VII


Me alimento con madrugadas
que despiden las noches
contagiadas de espinas que los andariegos
riegan en su sábana.


El rictus
no me ha cambiado en los últimos siglos
a pesar de la metamorfosis
(serpiente, flor, fantasma).


Sigo la fortuna
con una pizca de teología en conveniencia.


Estas sandalias sólo arrastran el llanto.



VIII


Una madrugada
se precipitó en andares nocturnos,
sólo así la cara real de una vida se mostraba
a la obscuridad
compañera que con cinismo
agitó su abanico de soledades.

Sonámbula:
miró la ciudad en lo alto de la torre de campanas,
alguien la empuja
a la cantera del atrio...
cae
... el cuerpo se eleva...
ahora ave.

De los huesos:
una montaña de plata,
el último llanto:
una acequia sepultada por el concreto.

Canto en la ciudad
para los hijos perdidos en la desesperanza.
De atrio en atrio.
Solo la luna en plenilunio
Sabe de la oración por los caídos.
Hoy nuevamente acequia floreciente
con el sudor de los libres amantes
que huyen del tiempo
a buscar el anillo poderoso de la pasión,
exiliados
que encontraron al escalofrío de su mirada el paraíso.

Detengo mi paso de niña ingenua...
en esta estación
cuento la luz encendida del deseo.



IX

Mis ojos
de víctima en sacrificio
no se cansan de ver la luz
que riega el andar.

Y los sentidos ansiosos
por estrecharlo
miran estos ciegos espejismos.

La noche atrapa sus figuras
y como un felino te sigo
negra y blanca estación.

Negra y blanca la flor que deshojamos.

Mientras estas cuerdas que agito
me reclaman por un cuerpo
yo detengo sus ansias
y en la distancia lo poseo.

X



Una visión engañosa
alimentó el sueño de corazón viajero:

tejido de carnaval
careta de esperanza.

Risas de corta frecuencia
enredan en Eva, cuentas de lágrimas.

Llameante latido
inclinado como párvula paloma.

La ofensa sólo fué una.

El vino se evapora.


XI


Soy viajera:
peregrino por esta tierra
y recogiendo reliquias de mis caídas
voy con un costal a cuestas.

Llagas en cada año traicionado.

Visto el percal y la seda
sonrío ante el lenguaje intraducido.

Deformes
como los continentes
mis pies se han vuelto entre coloridas arenas.

Pasajera del viento, mar, fuego.

Anclar, en la niebla.

Mi despertar está cerca,
gaviotas anuncian mi nueva tierra


XII


Me llaman la firme Eva,
infatigable,
luciendo mi sexo
cuando la marcha nupcial
agita una estola que luce la tarde.

Azahares toman como vestigio
la poca luz que detalla cada pétalo.
Mariposas y espinas enredadas al cuello.
Extiendo el traje luminoso en terciopelo,
negras cuentas de barro en mis puños.

Avanzo
hacia la meta del deseo
recogiendo como pétalos la miseria.

Soy blanca sombra
acariciada por paz.
Mi grito se extiende
entre el laberinto de Ícaro
a la hembra parida por la bestia
a la hembra parida por el ángel ,
diestra y siniestra.

Llamado universal
de un tiempo enraizando tiempo.
Extiendo el manto de novia ilusionada
avanzo...
un pacto sella alianza con el infortunio.


XIII

Eva que posa en reventa:

atada,
hambrienta de víctimas que buscan amor
en el vestido de metal y fantasía.

Ojos delineados por la luz
paren cada segundo una gota de agua.

Terrible humanidad
que te pones la careta ante el exterminio
de flora y fauna enrarecida.

Madre
que temerosa espera
en horas inconclusas
arrullando esperanza al regalo de engaño
el despertar de un alma buena.




XIV

Jirones de tela
desgarrada por el viento noroeste,
llevan la palabra
que no pronunció un nombre por vergüenza.

La noche
enciende sus antorchas a lo lejos,
ha cambiado en los insectos su sonido.

Voy transitando por luz como en río de color:
la casa que anuncia su voz
desaparece a mi paso por el sendero
que se calcina con claridad.


XV


Vivir
iluminada de toda paz.
Serena ante un mundo que nos condena.

Vivir conciente
que hay una plenitud para todos.

Y que el bien y el mal no existen
en una vida verdadera.

Sólo el temor
que al desnudarnos nos habita.





XVI


Y que la vida
nos muestre su senda oscura,
el camino largo y meditante
en el que vagamos ciegos de esperanza
tocando los diamantes que sólo vemos
con nuestros ojos de sueño.

Subir cada cual su montaña
con el saco oscuro
y el corazón encendido por una flama.



XVII

Madre
que en la revelación de la primera mirada
das calor
e intercambias por tu vida el futuro.

Felicidad ardiente
al impulso del amar.

Posas verdadera Eva,
en misticidad de mujer
sola en el umbral de un hospicio.

Alumbradora
sembradora de claveles,
en la igualdad fecunda
junto al varón.




XVIII


Incendió en cada caricia un despertar
para los que habitaron nacimiento.

Viviente,
trastocada contempla un espejismo de signos
que se debate rosa y violeta.

Cuatro estaciones
no abarcan los contornos:
en los inviernos de estas tierras
enciende despertares.

Deslumbradora presencia
que entre pantanos
crece como hiedra.

Mi destino
sigue festivo,
mojado,
y con balde de ilusiones
canto la pasión que me sonroja.

Viajera y sembradora
voy grabando con mi paso
una herencia
que el silencio
creyó calcinar.

En esta canasta pautada
cuelgo los sinsabores.


XIX

Voy
navegando en barca de papel:

mis remos arena coral,
mis velas barro viento.

Me alimento
con el nuevo tiempo
que con la automatía y ensimismo
rechaza toda muestra de humanidad.

No hay límite en esta tierra,
donde el infinito me atrapa.

Soy la nueva hembra de hierro,
flor desteñida.

Saco de mi bolsa vientre
alcayatas de cobre.

Frágil
busco una orilla para anclar.


XX

Cierro el libro
que traduce en lengua amarga mi origen.

Finjo despertar
en la tierra del deseo,
rosas marchitas con vida valiente.

Barrocas
se han vuelto mis palabras
por el viaje.

Mis reclamos buscan la marca de estirpe.

Cruzo la calle tatuada
por el concreto joven.

Miro la barranca que sepultó los pasos de Eva
y atardeceres quietos sonrojados
por el transitar de su belleza.

La tierra recupera
esperanza de bendición.

Encuentro la puerta
que limitó el paraíso.

Un anciano cura alas rotas,
ignorando mi presencia.

Alguien le arrebató su arma de fuego.

Y una mujer
regresa a cosechar del camino.

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