miércoles, 9 de febrero de 2011

El universo poético en la obra de José Manuel Fernández Febles,

El universo poético en la obra de José Manuel Fernández Febles,
o la meditación del olvido.


Agradezco de todo corazón la confianza depositada en mi persona por el autor de esta obra así como al Profr. Petronilo Amaya, para realizar un comentario a la obra del Sr. José Manuel Fernández Febles, nombrada “Ese inacabado mundo del olvido”, para lo cual me permito las siguientes reflexiones:

Conocer la Obra del Sr. José Manuel, con quien he compartido el espacio en algunos eventos literarios, fue una verdadera sorpresa, ya que es un libro que se apoderó de mi atención desde el momento que lo tuve entre mis manos. Ya que hablar de una obra poética no es fácil por su cantidad de interpretaciones y los mundos internos que ellas abordan.

He conocido a su autor por su obra, su espacio íntimo de preguntas, necesidades, arrebatos, angustias, placeres e inquietudes. Una verdadera pasión por la poesía, manifestada en la constante evocación por los momentos de la vida.

Noto en este libro, las características de la poesía interiorista, la cual pone de manifiesto una serie de momentos que nos hacen vibrar, y nos hablan de la persona del poeta, amparada con imágenes y símbolos de gran fuerza, produciéndonos en sus versos el goce y la admiración del objeto que causa lo bello, pues el dice así:

“Si la vida supiera, pero nadie sabe en la noche que roca desierta soy…”

La obra del Sr. Fernández, es un ejercicio filosófico y espiritual, que me conmueve ya que como escritora de poesía, me trasporta desde la primera línea a su obra y a su persona, haciéndome sentir compañera del mismo dolor, sin tiempos, compartiendo la melancolía expresada en su obra, siento en sus palabras, un hilo inmaterial con el que hablamos en el mismo idioma, sentirse identificado con otro poeta es obra divina:

“Tengo miedo a que olvides escribir mi nombre …”

Ya que sentir las frases de otro ser paralelo a nuestra existencia, en la que contundentemente se hable de temas como verdad u olvido, sueños, dudas y nostalgias, en donde el juego de adjetivos, verbos y sustantivos, circunstancialmente nos llevan a sentir, ante esta obra elaborada en significados, un correcto hilo conductor que nos lleva de principio a fin a una meditación profunda, en una estructura meditante, estratégica en sus intenciones de conmover al lector para que refleje su vida en frases como:
“ …buscando la verdad que ya no supe encontrar al pie de un río siempre en fuga”.

Por lo que volviendo al tema de la poesía interiorista, nos lleva también a la insinuación (Beristain, 2000) influyendo en el subconciente del receptor para inclinarlo en el sentido de la causa, recuperando su simpatía cuando haya sido ganada por el contrario; siendo este recurso de insinuación utilizado por la literatura dramática donde suele producirse ocultando el emisor la propia opinión: “…Aceptar la realidad que rechaza el sueño, es morir rompiéndote la vida”.

La poesía, es conocimiento, ejercicio espiritual, método de liberación interior, regreso a la tierra natal, oración, letanía, según Octavio Paz. O como dijera San Juan de la Cruz, el poeta puede sumergirse en un estado de “receptividad”, “deseando la nada”, en donde no desaparece la voluntad de querer contemplar la nada, de oír la “música callada” o de sentir el perfume de que “el vacío es plenitud”, como dijera Lao-Tsé, lo cual se refleja en la obra de nuestro autor:

Yo creo que, desde tiempo atrás,
cuando aún no se había nacido, reflexionaba
desde el vientre amoroso, cuánto duele
el equilibrio de vivir.

Hay estados pasivos, esto es, momentos de plenitud, o lo que es lo mismo, “experiencias cumbres”, como diría el psicólogo humanista A. Maslow, en los que “del núcleo del ser salta un chorro de imágenes”. Un poeta azteca confirma esta afirmación: “mi corazón está brotando flores en metal de la noche”.

El poeta, hoy citado, dejándose llevar por las aguas rumorosas de las imágenes, roza las orillas de la existencia e intuye un ámbito, un estado de unidad de su ser con el cosmos.

El poeta no es un filósofo conocedor de muchas cosas, sino un ser distinto con poder recreador a través de la poesía, ante lo cual Octavio Paz afirma: “la revelación poética implica la búsqueda interior”, y no se toca, más real y trascendente.

El encuentro con lo otro es un estado de soledad que nos hace entrar en contacto con la esencia de nuestro ser. Ante lo que argumenta Paz. “El hombre anda desaforado, angustiado buscando a ese otro que es él mismo, y nada puede volverlo en sí, excepto el salto mortal: el amor, la imagen, la aparición”.

En el léxico de nuestro autor en las palabras: ausencia, presencia, silencio, vacío, plenitud, nos revela esta clasificación poética, por su proximidad con los estados poéticos sacros y los amores del ser con lo original.


Noto en su poesía, en las reflexiones sobre la soledad, en la insistencia de ser evocado por otro, o la hermosa manera de citar al olvido, una obra que nos deleita con frases finas y correctamente logradas, en donde hay una negación total a que la poesía muera, la razón como aquello que vence a la muerte, poesía que se aferra al instante y no admite la esperanza, el consuelo de la razón (Zambrano, 1998).

Por lo que recomiendo al lector de la obra de José Manuel Fernández, mirarla, sentirla, hacer una meditación ante el olvido, saborearla como la pintura que el autor hace de ella, con los ojos del corazón, y de quien escuchamos desde la profundidad de la ausencia: el hondo sonido de una voz desnuda, sin nombre, a solas, como una llama que no cesa.




Mónica Reveles
Durango, México.
Invierno, enero 2011.

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