sábado, 10 de abril de 2010

"Los caminos del Señor son desconocidos", me dijiste, después de caer la cortina telón del corazón iluminado, del corazón festivo, de la fogata que alumbra nuestra esperanzas.

Y te volví a invocar por la tarde, Ángel caído, y te vi transitar por las escalera entre el infierno y el cielo deletrado por Dante. Anoté una clave sobre el papel de la desesperanza para ti, señal de promesa, pero see que tu no tienes puerta ni de entrada ni de salida en este mundo, simplemente llegas, te vas y apareces con esa siempre alegre respuesta de sorpresa, ese espíritu tempestivo que te mueve, por el que eres una sonaja festiva donde estés.

Aun nuestros espiritus están próximos, y los momentos buenos siguen en nuestras memorias, pues nunca hubo despedida, ni momento malo, solo pausas en el tiempo, luces que llegan y se van, y volver, para que angustiarse, si nunca nos hemos ido, Durango nos ha llamado para que lo custodiemos, y velemos por esta ciudad encadenada en el tiempo, sometida, aturdida por tanto llanto, pues cada calle, trozo de cantera, música en la Plaza, fiesta en las casas muralla, o caminatas persiguiendo lloronas, es el oxígeno de nuestra alma.

Amo este lugar porque vago con mis fantasmas reales, amo estas calles y lugares porque espíritus como el tuyo caminan conmigo. Con solo observarte junto a mi soy feliz, por sentir tu escencia.

Vuelves Ángel.

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