Canto para
la piel que
deslumbra
Mónica Reveles Ramírez
Sed
Sed eterna de ti,
no hay cáliz que me sacie,
más allá del licor de tu cuerpo, sed de ti.
Caminar, volar, nadar,
estos refugios de tu ser, me dan sed.
Sed de ti,
amargura del aliento meditante,
en la oración que encrudece y controla.
No hay más que seguirte
en camino de lobos,
entre renglones de libreta pautada,
a esta libertad que corroe
por los caminos
inexplorados de otras mentes.
Solo quiero tener sed de ti:
para no huir al vacío,
por seguir siendo yo misma
y no volver al azar.
Encontrar el manantial de ti
soy
en mí.
Sed de ti,
reflejo de la sed mía.
La libélula
Murió
la libélula
posó en
la pared desafortunada:
al
soportar su peso en dos patas
cuando
la vi caer al precipitarse
con la
nube de humo del feroz insecticida.
Murió
en su lucha,
aun la
contemplo en el piso de la cocina
llegó a
rastras a mis pies, a donde garabateo,
no
puede quedar en el basurero –pensé-
la
inmortalizo disecada, en este escrito.
No
volará más –pienso fríamente-
mientras
contemplo recuerdos en la casa:
te
quedaste también fijo a la pared
a
libros, piernas que besaste
y el
sexo que hizo pausa
ante la
nube de veneno
que
roció el único hilo que nos sostenía
(los
hijos extraños me son dañinos,
usan la
toxina tecnológica
para
rastrear conversaciones de sus padres).
Aún no
sé cuál fue el mensaje desafortunado
que me
tiene en esta espera melancólica.
Me
sostengo del hilo,
y
aferrada a la pared
que se
extiende a la mirada profunda
en
banca conocida del templo
donde
liberaste la puerta de mi llanto con la imagen del poeta.
Aferrada
a que un milagro me consuele
y
vuelvas feliz en el barco del adiós
abrazándome
tras la espera en la pared
donde
se desprendió la libélula.
Poema para quien preguntó por la Guillermina.
¿Dónde estará la
Guillermina?
P. Neruda.
Grabé hoy tu voz
(para
escucharla después).
Compre un extractor
de sueños para la cocina
(aun
no encuentro el personal),
una vajilla que decía
mírame y llévame,
(algún
día te usaré),
la vasija de vidrio
rojo
(para ensartar velas eternas)
y una colcha bonita,
(y
tenerte entre las piernas).
He comprado tantas
cosas,
para ver si lleno el
hueco que dejaste.
Escribo palabras desparramadas,
(inciertas
de respuesta).
Botellas al mar
cibernético
(creo
que contestarás).
Llego de nuevo
cansada y aturdida
(la pesquisa es
tortura):
desaparezco entre
libros, ropa, piel de gente y ciudades.
Escucho tardíamente
la voz encapsulada
que pregunta entre
suspiros:
¿dónde
estará la Guillermina?
Siento en alerta
próxima la palabra que abduce.
Lagrimas derriten el
rostro, lavan señales.
Pues soy la mujer por
la que llaman,
lo
anuncian las campanas.
Bienvenida
Para
J.P.
Te miro con la
distancia exaltada,
tiene sentido acudir
a la cita extraordinaria
fuera de tiempos y
rutinas.
Descontaminarme del
mundo con tu mirada
sentirme en la vida,
de este momento al
conectarme con tus ojos.
Dónde estabas ayer,
cuando la tarde caía sobre mis hombros.
Cuando las palabras
me faltaron,
cuando los brazos se
quedaron vacíos
y la sombra del
íncubo rondaba.
No me odies por el
desorden tecnológico,
destrozar vida de
mensajes que no ves
y desesperanza de no
enlazar el hilo a mis ideas,
o distracciones del
vehículo sin fuego.
Tus secretos, me los
pego a esta piel de víbora que muda
y luego ni yo los
reconozco.
Dónde estabas ayer,
cuando subí y rodé por la colina.
Por eso, al darnos
labios en la despedida,
está tu lengua ajena
dentro
rozando mis manos
entre piernas y tu espalda.
Insistente llegas a
mi seno,
Y si, solo fue una
despedida, de la noche,
de nosotros, como
festival de carnavales.
Besos enlazados de
adiós,
cuando los cuerpos
nos tomaron desprevenidos
y nos venimos dentro
y fuera de nuestras murallas.
Cuerpos, autos,
casas, cobijas,
olvidan la memoria,
el tiempo, fuego,
frío soledad de la
tristeza.
Anoche, en la
despedida pasaron cinco horas de bienvenida.
¿Qué
succionaste por tu lengua exploradora
(además de los
adentros)?
¿A dónde me mandaste
a volar?
Llueve
Volví a perderme
la noche de guerra
entre cupidos,
cuando cantan grillos
excitados
y no llegan
golondrinas a emigrar.
El color rojo de esta
prenda tiene la culpa,
y no solo falta humo
en boca o pastillas para olvido.
Necesitaba de un
suicidio voluntario
un deja vu
o páginas solitarias
de muñecas.
Pero se cruzaron a
tiempo los caminos
cargaste cruces de
duelos, sin saber.
Mi tristeza era tan
amplia
que se podía ver de
resplandor a resplandor
como la madrugada
incierta de ciudad.
Pero tú no la viste
y fuiste esa noche la
compañía silenciosa
el beso discreto en
la mejilla:
desconocido que leía
un libro sin letras
y yo el mío sin
entendernos,
cada quien atravesó
su panteón
y contó sobre el
entierro.
Fuiste el principio
aurora de guitarras y
cantos de bohemia.
Espera cercana sitiado por máscaras.
Y no era de día.
Solo fue esa mañana
en nuestras vidas
y nos sorprendió
(ahora que lo cuento),
hilando cabos del
preámbulo
que construimos,
el contacto piel era
necesario
después de la sequía.
Desde entonces se
dice que llueves en mí.
Despertares II
Mírate: soy tú
y las cuatro de la
mañana volteado de cabeza,
tocándote para
encontrarme
perdido en tu
nave-cama
deseoso de
tempestades.
Siento tu semen
vibrante
recorrer el borde de
las piernas.
Danzas con besos
lúbricos, con la magia del hombre seguro
deleitado por el
ritmo de caderas.
Sacúdete
ya es hora del
despertar:
excitado del
naufragio
me llamas como si
fuera el último día del sacrificio.
Necesítame
para creerme viva
y saber que aún no le
prendes a la pira.
El
nombre
Hubo
un día en que la llamó por su nombre.
Hoy la pista se perdió por el camino
que ya no quiso recorrer.
Demasiado fuego.
Un
día la llamó por el nombre del destino
y fue la más dulce de las voces.
Fue
otro momento cuando la voz se apagó
con todo y luces de cascabeles.
Y sin embargo, el calificativo era,
"como quiera que sea".
Hoy
solo es una serie de letras
que ya no tienen significado.
Voy a entrar de nuevo en tu cuerpo
a profanar tu alma
a ver si ahora, si logro salirme de ti
deseo entrar en el fondo de tus laberintos indefinidos
de tus ambiciones a medias
de tus planes errados
para ver si rescato ese ser de mi que no encuentro
que se perdió en tu cuerpo después del primer beso
fue de luna
fue de brazas
o de oscura ambición.
Solo busco rescatarme
para poder ser en si
la perdida sombra que llegó a ti,
y poder secar este llanto que me consume
este develo que no duerme
este mar que se evapora en mí,
pues ya casi soy sal sin arenas
llano que no tiene sombras
páramo deshabitado
balcón sin su odiadas serenatas.
O negociemos
dame un poco de mí.
Los pájaros
Él brilla de noche
cuando todo es oscuridad.
El telón cae:
mira su lado
izquierdo: y se aparece el diablo.
Noche de luna: dos
pájaros sedientos iluminados
se rodeaban para
elevarse.
Cada uno con su
farol, deseosos de la sombra del otro,
en la ropa oculta,
manos cómplices.
Y subieron a la nave
donde se olvida todo
y la vida es eterna:
cuando los besos
profanos ingresan al laberinto de las ropas
las caricias húmedas
están listas para el precipicio.
Y el juego de los
veinte dedos describe una historia
en luz de luna bajo el pantalón
donde crece la llama
de las auroras.
Eran solo pájaros,
y volaron iluminados
uno en el otro.
Hoy mis sentidos hicieron fiesta al escucharte
en el alboroto de tus sonidos comenzaron con
luces, confeti, música, bebidas y sexo.
Y me enredé de luto en tu presencia
con un vestido negro me tatué
para que no percibieras la dicha que galopaba por mis venas.
Me llené de símbolos para despistar el estruendo de la fiesta.
Y al final
con tu sonrisa
una palabra,
y tu mano en la espalda desvestiste toda la orquesta.
Este
delicioso placer, profundo
donde la boca aguarda los deleites
sabe en su hoy que las nostalgias son ave fénix.
Muere el
bien amado en su careta,
cae el
vestido hipócrita de los reyes:
por fin del mundo me libera
de pasadizos, misterios, lujurias, redes.
Ámame
en la estación violenta,
del juego acelerado de ir y venires de bufones.
Sea el
cuerpo nuestro refugio próximo,
rodeados, protegidos,
mientras escribo
un canto que
me despierta de las pesadillas próximas,
y alimenta con la sabia dulce.
Mientras bailo ante la esencia tuya:
de entrega,
cede el
mundo de fractales
compone una nueva sinfonía
en su propio enigma,
en su extrañeza,
en la individualidad que ansío.
Este
delicioso placer que cedes,
y provoca manantiales,
ha desatado la furia de las mariposas
que se amontonan por el vientre que exploras.
El me llevó
a recorrer la ciudad que cambió domicilio,
la que se
olvidó de mí, así como yo.
Me gustó
visitarla con sus nuevas luces
y habitantes ensombrecidos,
deshilados,
profanados en su novedad.
Mientras
dormía en la torre de cristal, entre papeles y silencios,
cubierta por
cobijas de cartón aislante,
aparadores
de ilusiones, y una que otra estrella a la mano,
no vi cómo
se mudaba lejos,
inventó
caminos para que la siguiera, -si quería-,
me dejó la
puerta abierta
y
amablemente se despidió
diciendo que
me amaba.
La ciudad,
emparejó sus
gritos y los hizo música tecnológica,
ciudad de
espectros, batallas en espejismos,
victoria en
líneas de luz.
Y me senté a
la orilla de sus límites
esperando
escucharla:
pero esta
ciudad ya no habla
su lenguaje
es de fractales,
de gente que
se comunica con chip, bluetooth
y se toca en
pantallas virtuales.
Ya no estoy
junto a ella,
no voy a sus
parques alumbrados
ni recorro
estaciones de curadores de color.
La miro
desde el balcón
mi dolor
oculto la recorre,
se alejó de
nosotros porque nunca nos perteneció.
Ahora
resulta que todo quedó en silencio:
de
lozas cantera blanca en madrugada del trasnochado
que
no escucha ni mira más que su dolor, adentro.
El
silencio de las sábanas mojadas de los amantes desvelados del cansancio
a
mas no poder por compartirse.
En silencio
quedó la madre, que vio partir a su hijo,
y
solo se quedó con aroma del recuerdo.
En
silencio, se quebró un corazón.
La
mujer amada, en silencio inolvidable,
que
no conoce las palabras del ausente.
Un
hombre mira en el muelle un barco que se va.
Y
veo en silencio las olas.
Una
ciudad se quedó en silencio tras la tempestad.
En
silencio se quedó un prisionero, mirando su libertad.
Callada,
se quedó la cama del hospital,
cuando
el llanto se llevó un alma junto a su ángel por un corredor interminable.
En
silencio, se fue un coche,
con
la cenizas de una mujer amada.
En
silencio años, sin hablar.
Y
nos vamos a la contemplación,
cuando
lo único que nos queda es el silencio.
Y en
silencio, siempre en silencio:
nos
conocemos, amamos, multiplicamos, destrozamos, escapamos de la muerte, nos
lleva la muerte y trae la vida, nos
vamos de cabeza, nos entregamos y se nos olvida el silencio.
Porque
resulta,
en
esta vida, la tuya y mía,
que
todo ha quedado en silencio.
Pajaritos miran la tormenta.
Sólo
tu corazón caliente,
y nada más.
Federico García Lorca.
Nos sentamos de frente a la pesadilla que creamos.
Pájaros del infortunio.
La travesía por el pantano nos agotó.
Precipitados como Caín en su vorágine
fuimos Ícaro del laberinto,
lenguas de Babel, cuerpos en Sodoma.
Peregrinos del desierto como vástagos de sal.
Me invitas a la ventana pavorosa
que niego mirar sentir volver a anhelar.
La adversidad es el motivo del deseo.
Sola tras el cristal,
el conjuro aún no decide mi partida
la suerte está jugando al tarot de Marsella
y encontré una silla cómoda en la mesa del Diablo.
Una daga de la virgen de los dolores
acompaña deseos de travesía por el espejo.
Tú, como pajarito espantado,
cautivo de la historia predicha,
sigues el juego.
Buscamos seres libres
hermosos puros de Samaria
sabios de la travesura
y conozcan con placer
destruir sueños como lo hicimos,
volar marionetas de colores opacos,
recorrer el laberinto de sombra gato destello,
tomar prestados amores lejanos de la mano,
dejar ventanas abiertas de conversaciones expuestas al azar,
construir castillos magníficos de mentiras
explorar mapas de cuerpos cercanos,
hacer lenguaje común con destino y mirada
penetrar cada pensamiento azaroso y lo digieran
y los vean junto a ti.
O se atrevan a sacar y meter del pecho,
el corazón en la tempestad,
con aroma de café recién parido.
De fondo música de Bach.
Ya no soy yo después de la pesadilla
y libélulas de veneno disecadas.
La vida se me hace chiquita
y me la como a cucharadas con jarabe del deseo.
Mientras seguimos aquí en la ventana,
sin mirar ni hablar.
Ya volaremos felices,
cuando
pase la tormenta.